La vida no es sino un continuo fluir de paradojas

domingo, 3 de junio de 2018

LAS PIEDRAS DEL CAMINO

LAS PIEDRAS DEL CAMINO

Un partido político ni es ni puede ser una secta (algunos lo intentan, todo sea dicho de paso, incluso lo consiguen en algunos lugares, aunque a costa de cercenar la vida de sus ciudadanos). Con esto queremos decir que, dentro de una ideología de base, que es o debe ser el principio con el que todos los afiliados están de acuerdo, puede y debe haber más de una interpretación, aunque sin que la cadena se salga de los piñones de la bicicleta, porque en esa situación, el interfecto o grupo lo que tienen que hacer es cambiarse de grupo político.
Para que la “goma (léase: el margen de convivencia o consenso) no se rompa a la primera, cada partido cuenta con unos mecanismos (comisiones) que juzgan cada situación de acuerdo con los estatutos que rigen la convivencia política dentro de cada grupo y no suele pasar la cosa de algún cabreo, porque, junto con el eje ideológico que aglutina a las personas de un partido, existe también un código ético (normalmente no escrito, pero asumido) que hace que se respeten algunos comportamientos y otro no. Por ejemplo: un líder elegido por un grupo, si obtiene peores resultados que el anterior es normal que lo deje y de paso a otro, para que el aire corra de nuevo en el grupo y afloren ideas que renueven el planteamiento con el fracasó ese líder. Vamos, lo mismito que ha hecho el inefable  e incalificable P. Sánchez, que, en vez de jugar a política, lo ha hecho a los bolos (y lo digo en el sentido estricto del término, pues está claro que su misión no era las elecciones, ni siquiera ser líder, sino “tirar” los bolos -todas las cabezas que se encontraba a su paso, partido incluido, por lo que se ha visto, porque la lección que se sabía era la que hablaba de la “Campana de Huesca)”.

No hemos dicho, pero hay que hacerlo, que un grupo o partido político, para articularse en un territorio, necesita de una estructura organizativa amplia, que abarque la participación de todos. Esta participación suele articularse por agrupamientos: pueblos, barrios (si los pueblos son grandes), provincias y regiones. Cada parte de ese entramado cuenta con representantes legítimos que hay que respetar con el mismo criterio que todos han de respetar al órgano central. Eso requiera una buena mano izquierda (lo digo ahora como frase hecha) y la idea de que se trata de sumar y no de lo contrario.
Pues bien, una vez ha quedado sobreentendido que hablamos del PSOE y de su situación, hay que decir que EL Sr. P. Sánchez. es un destructor o un desnortado, que se ha equivocado de partido, y eso que el PSOE le ha dado el sueldo que ha ganado desde que dejó la Universidad al menos. Ha pasado de estructura, ha vilipendiado a los representantes territoriales, ha dejado a un lado la ideología y se ha enfrentado a todos con tal pesadez que es posible que todos se le vayan por no aguantarle.
Está claro que tiene sus filias y sus fobias, pero se le han ido hasta sus colaboradores más cercanos (lo que no deja de ser un dato) está enfrentado a toda la “viaje guardia”, que es la que salvó al partido de la culminación de un pacto de gobierno en contra de la opinión del Comité Central y de la lógica más elemental, no tiene en cuenta o desprecia (según los casos) a los presidentes regionales, ni siquiera a aquellos que tienen mando en plaza (esto es, que presiden órganos territoriales) y quiere dejar sin tierra bajo los pies a aquellos que parece que le pueden arrebatar el poder que le queda: Susana Díaz, Patxi López, Borrell, Jáuregui,  etc. 

El PSOE metió la zorra en el gallinero y su presencia (la del PSOE) es necesaria en este país de guerrilleros y tiene a sus espaldas historia suficiente como para no tener que construir nada sobre las ruinas que se están produciendo en su seno.

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