DESCONECTAR
A veces, quizá demasiadas, es preciso cortar el fluir de pensamientos, ritos y ritmos de vida para revisar y recomponer las fuerzas que nos sostienen.
No hablo de la dinámica de “superación y mejora” que se predica en las organizaciones, sobre todo en las de producción, sino en el hecho de tomar distancia para ir despojándonos de todo aquello que aún lastra, sin necesidad, claro está, nuestro modo de “sentir” (gozar o padecer) nuestra vida.
Dicen que las vacaciones son un buen período para estas operaciones de “limpieza y puesta a punto”. Puede ser. Quizá lo único necesario sea el que lo podamos hacer en un momento en que seamos capaces de salir de las rutinas que nos imponemos para insensibilizarnos o en aquellos en que nuestra mente pueda ocuparse de los temas con puntos de vista diferentes.
En todo caso necesitamos un “reset” afectivo y vital desde una distancia suficiente como para poder cambiar la perspectiva.
Las fechas que atravesamos pueden ayudarnos. El verano puede servir para relajar la mente y las preocupaciones y mirar alrededor y dentro de nosotros mismos con esa otra perspectiva que decíamos.
El problema es que es más fácil decirlo que hacerlo. Cuesta romper los vínculos con esas rutinas (mentales y vitales) que nos vamos construyendo en nuestro día a día.
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