La vida no es sino un continuo fluir de paradojas

miércoles, 31 de enero de 2018

NACIONALISMO Y SARAMPIÓN

NACIONALISMO Y SARAMPIÓN

Parece ser que Albert Einstein dejó dicho o escrito o le fue adjudicada la siguiente frase: “El nacionalismo es una enfermedad infantil, es el sarampión de la humanidad”.

Es sabido que entre los grupos humanos se establecen reglas de diferenciación y de igualdad. En la escuela se da entre niveles o años o entre cualquier cosa, los que estudian mucho y los que lo hacen poco, por ejemplo. Entre los pueblos cercanos ocurre lo mismo y se adjudican unos a otros antiguas rencillas, aunque eso puede darse entre barrios del mismo pueblo, también entre regiones y entre países.

Al efecto me hizo gracia comprobar en su momento que los irlandeses usan contra los ingleses (de Inglaterra, no confundir con UK) los mismos chistes xenófobos que nosotros usamos aquí entre regiones.

Solo cuando se supera ese “sarampión” puede hablarse de madurez social y establecer lazos sin cortapisas ni diferenciaciones.

Pero para que eso (la diferenciación) persista y arraigue generación tras generación hay que sentar unas bases, cuyo elemento primordial es el victimismo: un grupo se cree o fabrica una historia de agravios por los que se siente herido y menospreciado, lo que le sirve de base para exigir que se le reconozca como MEJOR.

Es un hecho que se ha dado a lo largo de toda la historia. Véase que muchas de las desgracias sociales habidas o muchos hechos delictivos han sido adjudicados a grupos, pueblos o etnias solo por el hecho de que no había una respuesta racional para justificar o esclarecer ese hecho: gitanos, judíos, grupos religiosos, organizaciones religiosas como los Templarios, etc.

El victimismo está en la justificación de muchas guerras infames, de cortina de muchas injusticias y, en la actualidad, en la búsqueda de identidad, una vez hemos asumido la “posverdad” como principio.

Hacerse la víctima es fácil y rentable. Hacen falta pocos artificios para propagarlo y ningún razonamiento ni verdad para alimentarlo. Todo vale en el “victimario”, aparte de que ese hecho, hacerse o sentirse víctima, en sí mismo, sirve de justificación para todo y arrastra sentimientos sin necesidad de razonamiento alguno.


Al respecto sería muy bueno leer el fundamentado y profundo artículo de Milagros Pérez: “El poder de las víctimas”, en el Diario El País del 28 de enero de 2018. (Véase)

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