LA POLÍTICA EVANESCENTE
No están los tiempos para grandes disquisiciones, importa el YA, lo inminente, “lo que parece” y de ello lo que uno cualquiera puede entender y manejar. Y eso se manifiesta con claridad en la vida política.
Uno, en su ingenuidad, sigue pesando que la política debe preocuparse por la vida de los ciudadanos, por facilitar los medios para que todos puedan tener acceso a esa vida que predicamos y que es la tónica presente en los Derechos Humanos: acceder a un empleo, a una casa, a la educación, a la sanidad, a unas prestaciones sociales si fuera necesario…en igualdad. Todo ello se podría sintetizar en “HACER JUSTICIA SOCIAL” y luchar por la dignidad de las personas.
Pero no es así, ni de lejos.
Las redes sociales han alterado los discursos y las interpretaciones de los mensajes, a la vez que se han convertido “en el texto y contexto” de la política, o sea, que la política se ha subido a un carrusel sin control en el que es imposible la reflexión ni la mirada al conjunto. Lo ha hecho, por necesidad de ser un “elemento más” en las redes, desde la concepción de la “POSVERDAD”.
Desde esa toma de postura las decisiones políticas se muestras desquiciadas, sin norte, sin argumento que de sentido al conjunto de decisiones, sin que importe lo importante (permítase el juego de palabras)
Ahora todo parece que debe ser facilitado para que sea asumido, nada debe tener altura de miras, porque su visión puede ser distorsionada, nada importa que pueda sumarse a otra decisión (es lo que conviene) y así sucesivamente.
Los tiempos son difíciles y necesitaríamos un poco de seriedad, pero con las condiciones que nos hemos dejado imponer lo normal es que los “buenos” políticos se mantengan alejados o no accedan a a política
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