La vida no es sino un continuo fluir de paradojas

lunes, 8 de mayo de 2017

EL AISLAMIENTO SOCIAL

EL AISLAMIENTO SOCIAL

Todos somos conscientes de que la tristeza de desaparecer solo puede ser superada por la tristeza de la soledad. Y es aún peor caminar hacia ese final en soledad, pero es que el aislamiento social, la soledad, en definitiva, es una de las epidemias del momento que vivimos. Tanto es así que crece exponencialmente el número de mayores de 65 años que viven solos (andamos por el 40%), por lo que no es extraño que las situaciones físicas, mentales y emocionales de esas personas esté variando (y no digamos si analizamos la situación de los mayores de 85 años que viven en esa misma situación de soledad).

Hay ya varios estudios al respecto, que no vamos a traer aquí porque sería pesado y en nada variarían lo que venimos diciendo. Solo conviene añadir que esa epidemia se da ya en los menores, a los que se les hace vivir también socialmente aislados y no son pocos, por desgracia.

Es evidente de que la sociedad camina con esa tendencia al aislamiento, incluso como concepto vital, pues todo se “individualiza”, pero aceptar que eso es un problema no es fácil, sobre todo porque eso significa que asumimos que dejamos de lado una de las características que distinguen o deben distinguir al ser humano: la sociabilidad. 

Asumir que la vida nos lleva a estar SOLOS es admitir que hacemos las cosas mal en algo que es FUNDAMENTAL en la vida de las personas, que dejamos de lado un instinto básico y fundamental, que la guerra es de todos contra todos y que pedir ayuda para salir de esa situación no sea nada fácil.

El mundo, el escenario vital, las experiencias … todo a nuestro alrededor muere antes que nosotros. Ha dejado de haber vecinos, comunidades, pueblos, mundo de relaciones, facilidad en la comunicación entre seres humanos, mientras alimentamos la compañía de animales (que para disimular denominamos “mascotas”). 


Las barreras entre las personas aumentan mientras crecen los contactos “virtuales”, que no son sino algo efímero e incorpóreo en las relaciones. Nos olvidamos así también de que la conexión con los “otros” nos ayuda al bienestar de todos.

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