VENEZUELA
Algo he de decir sobre Venezuela, siquiera sea porque a ella me unen muchos lazos y porque he sido agraciado por algunas de sus distinciones. También porque allí me han hecho querer a su gente, hasta el punto de hacerme sentir un venezolano más y porque allí he dejado buenísimos amigos, que siguen siendo referentes vitales para mi.
Entre el año 1995 y el 2009 visité Venezuela cada tres o cuatro meses sin interrupción. Lo hago notar porque el tiempo pasado allí es el que me proporcionó todo lo dicho antes, vamos, que no fue una ocurrencia por una o dos visitas turísticas.
Aparte de eso no he dejado de tener contacto permanente con sus gentes, ni de leer toda noticia que se pudiera presentar de lo que ha ido aconteciendo durante ese tiempo en aquellas tierras.
Aparte de eso no he dejado de tener contacto permanente con sus gentes, ni de leer toda noticia que se pudiera presentar de lo que ha ido aconteciendo durante ese tiempo en aquellas tierras.
Es cierto que mis contactos principales han sido con universidades y universitarios: Universidad de los Andes y sus sedes de Mérida, Trujillo y, muy especialmente, San Cristóbal del Táchira; Universidad de Carabobo en Valencia, Universidad Central y Universidad Metropolitana de Caracas, UNET (Universidad Nacional Experimental el Táchira), Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), en sus sedes de Caracas y Rubio; Universidad Católica del Táchira (UCAT) de San Cristóbal.
Estuve evaluando la dotación de computadoras en los Centros Cívicos a cargo del Banco Interamericano de Desarrollo e impartiendo cursos de formación a los profesores de dos centros de la Guardia Nacional.
He visto y tratado a muchas y variadas personas y he vivido todo el período de transición política de Venezuela.
Por todo ello ME DUELEN toda esas cosas que se vienen sucediendo en Venezuela y que han llevado a sus gentes al desabastecimiento e alimentos y medicinas, a sufrir la tasa de inflación más alta del mundo (se espera un 720% de inflación en 2017 y 2.000% a finales de 2018) mientras que, según las encuestas, su presidente no es apoyado ni por un 20% de la población. En eso ha quedado el movimiento Bolivariano (sería mejor llamarlo “Chavista”).
Con esos datos es difícil descifrar las razones que hacen que se mantenga en el poder el tal Maduro y que lo haga con esa postura chulesca, provocadora y teatral con que actúa.
Está claro que el tal Maduro (de apellido solamente) cuenta con el poder de la fuerza (propia y la traída de Cuba) y con grupos de “malandros” (indeseables y ladrones) que ha armado debidamente para que sigan sus consignas.
Entre más arrecian las protestas, más velocidad imprime a su proceso de autoritarismo y de represión, sin que nadie sepa la razón. Bueno, sí, la razón está en las prebendas que tienen tanto las fuerzas armadas y sus matones como en el apoyo (táctico y sobre el terreno, de los cubanos). En este capítulo tendría mucho que decir el Sr. Diosdado Cabello.
El arma más letal es el reparto de los productos de alimentación, que está dando más dinero que la droga. Los alimentos, controlados por las fuerzas armadas, sufren una multiplicación por 100 entre su llegada a Venezuela y su reparto a la ciudadanía, cuando queda algo que repartir, claro. Es normal que se haya convertido en un arma de control: todos ven cómo viven los “revolucionarios" y allegados y las bases populares..
Otra arma revolucionaria es el control de los medios de comunicación, la censura o el cierre de todo aquello que no difunda lo que el gobierno quiere.
No es extraño que el vicepresidente de Venezuela (Tareck El Aissami), esté acusado por los EEUU de ser un jefe mafioso y que los que representan a la oposición estén encarcelados.
Yo sigo confiando en el pueblo venezolano, por más que asuma que fue ese pueblo el culpable de aupar al gobierno primero a Chávez Frías y después a Maduro.
Pero antes de cerrar estos comentarios quisiera anotar algo más para los gobiernos del mundo.
“¿Qué diferencia hay entre el filibusterismo que sobre los parlamentarios están desplegando estos libertadores de salón y las tretas de Erdogan o de Maduro para poner las constituciones de sus países al servicio de sus ideologías e intereses? ¿Qué diferencia hay entre estas artimañas para impedir que se debatan leyes en el Parlamento y la Ley Habilitante de 1933 que concedía al canciller Adolf Hitler y a su gabinete el derecho a aprobar leyes sin la participación del Parlamento?”
Venezuela necesita ayuda y comprensión, su gente se lo merece.
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